Maryam bint ‘Imran –María hija de ‘Imran– pertenecía al linaje de familia de Dawud –David–, una familia bondadosa y honrada entre los hijos de Israel –judíos–. En la Sura Al-‘Imran se dice que su madre la dedicó al servicio de Allah –sua– en el templo de la Casa Sagrada en Jerusalén. María era reconocida por sus actos de adoración y devoción a Allah –sua– y vivió bajo el cuidado de Zakariyya –Zacarías–, un Profeta de los hijos de Israel que vio asombrado los milagros que le sucedieron a María.
María ocupa un puesto único en el Sagrado Corán, es la única mujer mencionada por su nombre en esta última revelación en un total de 34 veces; si bien la presentación coránica de la mariología difiere de la teología y la historia cristianas; a pesar de ello María es clave para el diálogo ya que Allah –sua– propone a María como un modelo para los creyentes, lo cual le da un valor único para el diálogo entre creyentes.
En palabras del arzobispo Francesco Gioia, María “es el modelo de todos los creyentes por su fe absoluta y por su perfecta “sumisión” a la voluntad de Dios”. De hecho, el Concilio Vaticano II reconoce la cercanía musulmana a María en la Declaración Nostra Aetate: “ellos [es decir, los musulmanes] honran a la madre virginal [de Jesús], María, y en ocasiones la invocan con devoción”, debe aclararse que los musulmanes no adoran ni veneran a ningún profeta o santo ni siquiera a la virgen María, si bien los respetan a todos por igual y no estarán dispuestos a aceptar ninguna calumnia en contra de alguno de ellos.
© Julio César Cárdenas Arenas (Profeabuismail)
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