Los títulos usados para este pasaje bíblico (20.11-15) son: ‘El juicio de las naciones’, ‘El juicio universal’, ‘Resurrección y juicio’, ‘Séptima visión, ‘La muerte de la muerte’.
En este pasaje y por única vez el Apocalipsis se refiere “directa y exclusivamente” al final de toda la historia, mientras que en los evangelios sinópticos este final fue descrito con muchos detalles, aquí se trata de una visión de enorme simplicidad[1]; este final es relacionado directamente con el juicio de la humanidad y el “juicio es ya acontecimiento del presente”[2] que se prolonga en el futuro.
Ahora bien, con la ayuda de los comentaristas bíblicos cada versículo de este pasaje puede comprenderse con el fin de encontrar convergencias y divergencias entre la apocalíptica de este texto bíblico y la apocalíptica coránica.
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El último acto de la historia de la creación, es decir el juicio universal, sucede desde el gran trono blanco (qro,non me,gan leuko.n), símbolo del juicio, de la pureza o del triunfo divino[3] al igual que en el inicio de las revelaciones sobre la historia del mundo y de la salvación en el texto del Apocalipsis; pero ahora es un trono solitario, resplandeciente, lúcido, blanco, es decir, victorioso, alegre, litúrgico y celestial mientras que antes ancianos, ángeles, cantos y asesores le acompañaban.
Sobre él está sentado (to.n kaqh,menon) Dios padre, que se impone como el Juez, en contraposición al ‘juez hijo’ de otros apartados del Apocalipsis y del IV evangelio en donde el juez es Cristo, aun así esta imposición no es una oposición entre el juicio de Dios y el juicio de Cristo; así como tampoco hay oposición en el binomio tierra y cielo (h` gh/ kai. o` ouvrano,j) sino que menciona la totalidad de la creación a ser juzgada.
En este versículo se observa el binomio ‘grandes y pequeños (tou.j mega,louj kai. tou.j mikrou,j)’ para expresarse en relación a todos los muertos (tou.j nekrou,j) y así presentar el carácter universal del juicio. Pero en este caso se adelantan los grandes, acaso por ser juzgados en primer lugar, pues ya en capítulos anteriores del Apocalipsis el binomio era: a ‘los pequeños y los grandes (toi/j mikroi/j kai. toi/j mega,loij, pusillis et magnis, 11.18, cfr. 13.16)’
Y en este versículo se abren los libros (kai. bibli,a hvnoi,cqhsan), representando los libros de cuentas en los que se registran las obras buenas y malas, presente en la apocalíptica judía y coránica, concordancia que se comentará más adelante.
Así mismo en el libro de Henoc:
“Me dijo: «Mira Henoc estas tablillas celestiales, lee lo que está escrito allí y señala cada dato».
Miré las tablillas celestiales y leí todo lo que estaba escrito y lo comprendí todo; leí el libro de todas las acciones de la humanidad y de todos los hijos de la carne que están sobre la tierra, hasta las generaciones remotas.
[…] Entonces dije: Bienaventurado el hombre que muera en justicia y bondad y contra el cual no se haya escrito un libro de injusticia ni se encuentre uno el día del juicio.”[9]
Y más adelante en el mismo libro, se mencionan la compensación de las malas obras como criterio para el castigo en el día del juicio:
“¡Desgracia para vosotros si en el día de la terrible angustia atormentáis a los justos o los quemáis con fuego, pues seréis compensados de acuerdo con vuestras obras!”[10]
También en 4 Esdras, estas malas acciones se presentan junto a las buenas y las recompensas de las obras:
“Sigue la obra, aparece la recompensa. Las buenas acciones despiertan las malas no vuelven ya a dormir (4Esd 5[7], 35).”[11]
Y, en el libro II de Henoc, el día del gran juicio las acciones de los hombres serán pesadas y medidas como en el mercado y cada uno obtendrá su recompensa según su medida (2 Hen 55,5)[12]:
“En esos tiempos vi la Cabeza de los días cuando se sentó en el trono de su gloria y los libros de los vivos fueron abiertos ante Él. Todas sus huestes que habitan en lo alto del cielo y su corte estaban ante Él.”[13]
Así pues, es notorio como en la literatura apocalíptica se menciona el día del juicio, el trono y las obras como criterio para lo que sucederá al ser humano después y en ese mismo momento. También es abierto (hvnoi,cqh) otro libro (a;llo bibli,on), a saber, el libro de la vida (o[ evstin th/j zwh/j) que aparece en otras tres ocasiones en el libro del Apocalipsis:
[…] No borraré jamás su nombre del libro de la vida […] (3.5)
[…] En el libro de la vida del Cordero degollado. (13.8)
Y cuantos no se hallaron inscritos en el libro de la vida fueron precipitados en el lago de fuego (21.27)
Así pues, “el juicio es confrontación con la obra de conjunto de los hombres […] y con el don gratuito de Dios […]”[14] en la perspectiva cristiana, la inscripción servirá de cuenta de obras.
Este libro incluye los nombres de los condenados, sin que por ello deba interpretarse de manera fatalista, mencionado también en las Sagradas Escrituras judías donde están inscritos los elegidos, tal como en el libro de los Salmos, donde se explica la función de este libro de la vida:
Sean borrados del libro de la vid y no sean inscritos con los justos.[15]
Y en el texto apocalíptico del Antiguo Testamento por excelencia, el libro de Daniel, se menciona de manera más explícita la resurrección de los muertos[16] y la salvación de aquellos que estén escritos en este libro, también llamado el libro de la vida:
[…] En aquel tiempo se salvará tu pueblo, todos los que estén inscritos en el libro el conteo.[17]
El libro también sirve para dictar la sentencia, en este caso de los muertos (oi` nekroi).
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La muerte , el hades y los muertos enfatizan la entrega incondicional y completa de todos los que serán juzgados según sus propias obras (kata. ta. e;rga auvtw/n), pues las buenas obras son la base para el juicio, pues ni el juez ni en el juicio se hacen excepciones.
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La muert y el hades son el último binomio de este pasaje y significan el ingreso y la morada; de esta segunda muerte (o` qa,natoj o` deu,tero,j) no hay ya resurrección posible, sólo un lago de fuego, no hay pues una segunda resurrección sino una segunda muerte definitiva.
Esta muerte no es un segundo juicio, uno particular en el momento de la muerte y otro general al final de los tiempos, en opinión de Jean-Pierre Charlier[18]; tal distinción es, pues, relativa[19].
Aun así, la apocalíptica judía, y, en parte, la cristiana han considerado el reinado de mil años (cfr. Ap 20.4-6) en el intermedio entre el reino mesiánico y el reino de Dios, que en el Apocalipsis “es una época de consumación terrena preliminar antes del reino eterno de Dios”[20].
El milenarismo, en la perspectiva cristiana es ajeno al corpus del Nuevo Testamento, a excepción de lo citado, pero es característico de la apocalíptica judía y los movimientos milenaristas en la Iglesia antigua, medieval y es común los fieles y dirigentes cristianos tanto en las cercanías del año 2.000 como en la actualidad.
La referencia más cercana de una descripción de tal fuego en el Sagrado Corán es una de las últimas suras (capítulos) y en relación con el día del juicio, en las que se advierte al que “amase hacienda y la cuente una y otra vez, creyendo que su hacienda le hará inmortal”:
104.5 ¿Y qué te hará comprender lo que es el Fuego devastador (Al-Ḥuṭamah)?
104.6 Es el fuego encendido por orden de Allah
104.7 Que penetra hasta los corazones.
وَمَا أَدْرَاكَ مَا الْحُطَمَةُ {5}
نَارُ اللَّهِ الْمُوقَدَةُ {6}
الَّتِي تَطَّلِعُ عَلَى الْأَفْئِدَةِ {7}
Siguiendo el tafsir de al-Qurtubi, Al-Hútama es el Fuego de Dios, llamado así porque se rompe todo lo que es arrojado a él y queda destrozado. Y se corresponde con el sexto nivel del Yahannam; es el Fuego encendido durante mil años, y mil años, y mil años; por tanto, no se ha extinguido.
“Que llega hasta el fondo de los corazones [entrañas]”, y se mencionan los corazones porque entran en el estado de la muerte como moribundos, pero no mueren.
Numerosas veces, se menciona como advertencia el fuego de la gehena, en especial sobre la hora del juicio:
25.11 Y [dicen esto porque] no creen en el Día del Juicio; y Nosotros ciertamente hemos reservado el Infierno para quienes no crean en él.
بَلْ كَذَّبُوا بِالسَّاعَةِ وَأَعْتَدْنَا لِمَن كَذَّبَ بِالسَّاعَةِ سَعِيرًا {11}
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Los que no han sido inscritos en el libro de la vida serán, por tanto, lanzados al lago de fuego.
[1] Cfr. GARCÍA GONZÁLEZ, Javier, Apocalipsis, el Final, p. 220.
[2] SCHELKLE, Karl Hermann, Teología del Nuevo Testamento, p. 162.
[3] Cfr. ORCHARD, B. et al, Verbum Dei, Comentario a la sagrada escritura, tomo cuarto, p. 494.
[4] Dn 7.9.
[5] En el sagrado Corán también se encuentran estos pasajes sobre el día del juicio, entre otros: El día que se desgarre el nubarrón del cielo y sean enviados abajo los ángeles (25.25); El día que el cielo gire vertiginosamente (52.9); El cielo se henderá, pues ese día estará quebradizo. (69.16); El día que el cielo parezca metal fundido, (70.8); cuando el cielo se hienda (77.9); El cielo se abrirá, todo puertas (78.19);
cuando el cielo sea desollado (81.11); Cuando el cielo se hienda (82.1); Cuando el cielo se desgarre (84.1).
[6] Is 34.4, cfr. Is 34.1-4 donde se encuentra, también, un juicio de las naciones.
[7] Ap 21.1.
[8] Dn 7.10.
[9] Libro de Henoc, El libro del Juicio, capítulo 81, §§ 1-2, 4.
[10] Libro de Henoc, El libro del Juicio, capítulo 100, § 7.
[11] Citado en SCHELKLE, Karl Hermann, Teología del Nuevo Testamento, p. 149.
[12] Cfr. DELCOR, M., Mito y tradición en la literatura apocalíptica, p. 62.
[13] Libro de Henoc, El libro del Juicio, capítulo 47, §3.
[14] CHARLIER, Jean-Pierre, Comprender el Apocalipsis, II, p. 163.
[15] Sal 69.29 en la oración para la liberación de la persecución.
[16] Cfr. ASURMENDI, J. M., “La apocalíptica”, en SANCHEZ CARO, José Manuel (Coord.), Historia, Narrativa, Apocalíptica, p. 537.
[17] Dan 12.1.
[18] Cfr. CHARLIER, Jean-Pierre, Comprender el Apocalipsis, II, p. 166.
[19] Cfr. KEHL, Medard, Y después del fin, ¿qué?, Del fin del mundo, la consumación, la reencarnación y la resurrección, p. 159.
[20] SCHELKLE, Karl Hermann, Teología del Nuevo Testamento, p. 165.
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