et vidi caelum novum et terram novam primum enim caelum 21.1a[1]
El adjetivo nuevo se utiliza seis veces en el Apocalipsis, dos de sus apariciones para la Ciudad de Jerusalén y otra para el cielo y la tierra nuevos; su uso se presenta en medio de “la renovación escatológica de todo”[2], para otros, posee un sentido ‘pascual’[3]; como sea, es una renovación, un rompimiento de la continuidad histórica y posiblemente un cambio de plano de realidad por una escatológica, imperiosa y/o presente.
En el profeta Isaías, Dios ya había prometido a su pueblo fiel crear unos cielos nuevos y tierra nueva [4]; luego, los cristianos entendieron la nueva creación como una manifestación más que como una transformación escatológica del mundo actual como se narra en la II de carta de Pedro a partir de la justicia:
“Según las promesas de Dios esperamos cielos nuevos y tierra nueva en los cuales mora la justicia [5]”.
Los profetas emplearon la imagen de un cielo y tierra nuevos para expresar la renovación completa de todas las cosas que vendrá al final de los tiempos[6]; luego a esta mención escatológica de un nuevo cielo y una nueva tierra se introduce Jerusalén en ella, queriendo mostrarla como el símbolo de la renovación.
novae Hierusalem 3.12
Hierusalem novam 21.2
Según Ariel Álvarez, la ‘Jerusalén reconstruida’ personifica y representa “la totalidad del pueblo judío”, ella “será el centro religioso de todas las naciones”[7], pero esta nueva Jerusalén, para los cristianos, estará habitada por la comunidad de los elegidos[8], por una “comunidad fraterna de amor”[9], lo cual marca característica de lo cristianos y dirigida también a los no cristianos.
Ya el Profeta Ezequiel había descrito el reino escatológico de Dios (40-48) en la visión del Nuevo Templo; según el Apocalipsis, la ciudad judía no abrigará sólo al pueblo judío, sino al pueblo de la nueva alianza; en sus muros se escriben los nombres de los doce apóstoles[10] en reminiscencia de las doce tribus de Israel y como símbolo de la universalidad[11], una universalidad que se dirige a los cristianos y a las demás comunidades, pueblos y, porqué no, religiones, en una interpretación más amplía.
Esta nueva Jerusalén no posee templo [12], “la presencia de Dios inunda de luz toda la ciudad”[13], la ciudad es el templo de Dios, nada es profano, nada es pecado, todo es sagrado y puro. Esto es posible, pues la nueva Jerusalén no es una construcción humana, desciende desde el cielo, mediante una intervención gratuita de Dios[14]. En el Apocalipsis la ausencia del templo indica una búsqueda de secularización, ya que sin santuario no hay culto, ritos, sacrificios, religión ni mediación alguna, todo se relaciona con Dios en el amor[15], no hay un lugar privilegiado para la relación, mediación o apertura a lo divino.
[1] Todos los textos griegos del NT son tomados de la edicion de Tischendorf New Testament. Lobegott Friedrich Konstantin von Tischendorf (1815-1874) GNT 8th Edition, 1869-1872.
[2] VANNI, Ugo, Lectura del Apocalipsis, Hermenéutica – Exégesis – Teología, nota 7 en p. 404.
[3] Con la resurrección de Jesús, Cfr. CHARLIER, Jean-Pierre, Comprender el Apocalipsis, II, p. 171.
[4] Cfr. Is 65.17.
[5] 2 Pedro 3.13.
[6] Cfr. CERFAUX, Lucien y CAMBIER, Juñes, El Apocalipsis de San Juan leído a los cristianos, nota 1, p. 222.
[7] Cfr. ALVAREZ VALDÉS, Ariel, “La nueva Jerusalén del Apocalipsis y sus raíces veterotestamentarias: El periodo de la “Jerusalén reconstruida”, pp. 64-65.
[8] Cfr. BARSOTTI, Divo, El Apocalipsis, Una respuesta al tiempo, p. 260.
[9] WICKENHAUSER, Alfred, El Apocalipsis de san Juan, p. 263.
[10] Ap 21.14.
[11] Cfr. IGLESIAS, Eduardo, El Apocalipsis, p. 460.
[12] Ap 21.22.
[13] Cfr. BARSOTTI, Divo, El Apocalipsis, Una respuesta al tiempo, p. 263.
[14] Cfr. WICKENHAUSER, Alfred, El Apocalipsis de san Juan, p. 261.
[15] Cfr. CHARLIER, Jean-Pierre, Comprender el Apocalipsis, II, p. 203.
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