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Jerusalén, Ciudad santa y celeste desde el Apocalipsis

 civitatem sanctam Hierusalem 21.10

 civitatem sanctam 21.2a

Sus apariciones directas en las Sagradas Escrituras judías son dos, en Isaías, Jerusalén ‘es’ la ciudad santa[1], luego de ser cautiva y en gran cercanía con la mención del Apocalipsis; en Joel ‘será’ santa [2].

En el Nuevo testamento sólo se usa en el Evangelio según Mateo el adjetivo santo para ciudad (th.n a`gi,an po,lin)[3] en el marco de las tentaciones de Jesús y en su muerte[4] con una referencia teológica a la ciudad de los santos resucitados[5].

En el Apocalipsis, Jerusalén es santa en oposición directa e implícita a Roma-Babilonia, la gran ramera, a Roma como entidad política e histórica, mientras Jerusalén es santa pero como una realidad histórica, sino que para algunos representa la “comunión de los santos” en medio de la comunidad histórica de la ciudad[6] antes que una santidad terrena.

En el Apocalipsis, Jerusalén es santa en tanto Dios “trata de comunicar algo de sí mismo”[7], es una ciudad donde Dios y hombres conviven con todas sus implicaciones; “Jerusalén, […] donde la divinidad se vuelve humana y la humanidad se hace sorprendentemente divina, llevada al nivel de un amor vertiginoso, es verdaderamente nuestra ciudad”[8]; pero la ciudad, así mismo, es fruto del ingenio humano[9] e incluye todo lo bondadoso del creador y lo humano de su creación.

Descendentem de caelo a Deo 21.2

Mediante términos terrenales[10] y descripciones humanas el Apocalipsis y la Sagrada Biblia describen una ciudad celestial, la ciudad de Dios, ¿cómo presentar tal belleza indescriptible?.

Pablo mencionaba en su carta los Gálatas la “alta Jerusalén (a;nw ~Ierousalh.m, sursum est Hierusalem)”[11] como una comunidad de miembros cristianos y en la epístola los Hebreos la “Jerusalén celestial ”[12] como una ciudad.[13]

El paraíso no es un jardín, es una ciudad; “todos somos una sola ciudad, un solo pueblo, un solo cuerpo”[14]. Si bien todo había comenzado, en la revelación judeocristiana, con un jardín, el del Edén, terminará con otro jardín.

Jerusalén es la ciudad que proviene del cielo, su origen es Dios, de parte o junto a Dios (avpo. tou/ qeou).

Ciudad para todas las naciones

 

et ambulabunt gentes per lumen eius et reges terrae adferent gloriam suam et honorem in illam 21.24

Ya en Isaías se la menciona dos veces como sede, centro y símbolo de unificación:

“Entonces las naciones andarán en tu luz, y los reyes al resplandor de tu amanecer

et ambulabunt gentes in lumine tuo et reges in splendore ortus tui[15]

“Tus puertas estarán abiertas continuamente. No se cerrarán ni de día ni de noche, para que sean traídas a ti las riquezas de las naciones, y te sean conducidos sus reyes”

et aperientur portae tuae iugiter die et nocte non claudentur ut adferatur ad te fortitudo gentium et reges earum adducantur[16]

En esta Jerusalén judía, ya no hay enemigos, pues todos los pueblos son llamados a Dios. Todos los pueblos están allí, no son ya señores sino adoradores de Dios, si es una profecía escatológica de la venida de la paz universal, se dará cuando todos los pueblos honren al Rey de reyes y Señor de los señores.[17]

La pertenencia a Jerusalén, desde el Apocalipsis cristiano, no es racial, política o estatal, es religiosa y desde allí se incluyen los pueblos que adoran al único Señor; la pertenencia de Jerusalén no es particular, exclusiva ni poseída.

 

[1] Is 52.1.

[2] Joel 3.17.

[3] Mt 4.5.

[4] Cfr. Mt 27.52-53.

[5] Cfr. CHARLIER, Jean-Pierre, Comprender el Apocalipsis, II, p. 175.

[6] Cfr. CHARLIER, Jean-Pierre, Comprender el Apocalipsis, II, p. 176 y 177.

[7] VANNI, Ugo, Lectura del Apocalipsis, Hermenéutica – Exégesis – Teología, p. 414.

[8] VANNI, Ugo, Lectura del Apocalipsis, Hermenéutica – Exégesis – Teología, p. 422.

[9] Cfr. CHARLIER, Jean-Pierre, Comprender el Apocalipsis, II, p. 194.

[10] Cfr. HEIST, William, El libro del Apocalipsis, p. 191.

[11] Gal 4.26.

[12] Heb 12.22.

[13] Cfr. BARSOTTI, Divo, El Apocalipsis, Una respuesta al tiempo, pp. 255-256.

[14] WICKENHAUSER, Alfred, El Apocalipsis de san Juan, p. 264.

[15] Is 60.3

[16] Is 60.11.

[17] Cfr. GUTZWILLER, Richard, Los misterios del Apocalipsis, p. 246.

© Casa de Sabiduría

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