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¿Q en arameo?

El testimonio en el siglo II de Papias y la interpretación de Schleiermacher en el siglo XIX de tal testimonio hicieron que investigadores como Julius Wellhausen defendieran un documento Q en arameo, previo al griego, idea a la que posteriormente renuncia el mismo investigador en 1911; pues escribía:

“Si estos dichos derivan de Q. esta fuente tuvo que estar disponible para ambos evangelistas todavía en arameo […]”. Y luego “[…] la traducción griega fue en un principio sólo una, pero luego se diversificó en distintas recensiones originadas a partir de correcciones ulteriores basadas, en parte, sobre el original arameo. […] Mateo y Lucas usaron recensiones distintas de Q”[1].

Así un investigador como J. S. Kloppenborg concluye: “la tesis de un origen arameo de Q es extraordinariamente débil”[2]; pues Q es un texto griego con un arquetipo griego subyacente a los evangelios de Mateo y Lucas que bien podría reconstruirse.

Luego, con la ‘Crítica de las formas’, Q fue tomado como un estrato, ante lo cual el teólogo Martin Dibelius –perteneciente a escuela de la historia de las formas (Formgeschichte)– abandonó la idea de un hipotético texto arameo subyacente al griego, además era muy escéptico ante la posibilidad de que Q fuera un documento griego tangible, por lo que escribía:

“El texto usado por Mateo y Lucas era griego, pues de lo contrario no se daría la coincidencia que de hecho se da entre ellos. […] los dichos fueron traducidos muy pronto al griego en el seno de una comunidad bilingüe y posteriormente esa traducción griega fue recopilada en territorios de lengua griega. Esta explicación de los hechos resulta más verosímil que la alternativa, a saber, una primera recopilación de dichos de Jesús en arameo, que habrían sido traducidos luego, como una colección, al griego. […]”[3]

Posteriormente, para Rudolf Bultmann Q fue un documento traducido de diversas maneras, este autor sigue la hipótesis de Wellhausen en 1905 del Q arameo y opina:

“Debemos concluir que Q, originalmente [está] escrita en arameo, fue traducida de diversas maneras al griego, pues es evidente que Mateo y Lucas tuvieron ante sí distintas traducciones de esta fuente”[4].

Como sea, durante la crítica de las formas, no se pensó en un arquetipo griego único de Q que pudiera reconstruirse. Por lo que desde Schleiermacher en 1832 hasta Harnack en 1907 se pensó en la existencia de un documento original en arameo, idea aun presente en autores de la segunda mitad del siglo XX como M. Black.

Dibelius opinaba que Q debía ser realmente no un texto único, sino un número indeterminado de textos separados y que era mejor pensarlo como un estrato en vez de como un texto escrito, mientras que Bultmann pensaba en un texto arameo con varias traducciones griegas, por lo que la posibilidad de una reconstrucción crítica de Q parecía haber sido definitivamente descartada.[5]

[1] J. Wellhausen, Einleitung in die dreis ersten Evangelien, Reimer, Berlin, 1905, p. 68 y p. 60 citados en ROBINSON, JAMES M., et al, El documento Q en Griego y en Español, con paralelos del Evangelio de Marcos y del Evangelio de Tomás, Introducción, p. 39.

1905, 68.

[2] J. S. Kloppenborg, “The language of Q”, en Excavating Q, 72-80, citado en ROBINSON, JAMES M., et al, El documento Q en Griego y en Español, con paralelos del Evangelio de Marcos y del Evangelio de Tomás, Introducción, p. 42.

[3] M. Dibelius, Die Formgeschichte des Evangeliums, 234-236, citado en ROBINSON, JAMES M., et al, El documento Q en Griego y en Español, con paralelos del Evangelio de Marcos y del Evangelio de Tomás, Introducción, p. 56.

[4] R. Bultmann, Die Geschichte der synoptische Tradition, 1921, citado en ROBINSON, JAMES M., et al, El documento Q en Griego y en Español, con paralelos del Evangelio de Marcos y del Evangelio de Tomás, Introducción, p. 58.

[5] Cfr. ROBINSON, JAMES M., et al, El documento Q en Griego y en Español, con paralelos del Evangelio de Marcos y del Evangelio de Tomás, Introducción, pp. 60-61.

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Los dichos de Jesús y La fuente (“Q”)

 ‘Pre-historia’ de Q, desde el siglo II al siglo XIX

Desde el siglo XIX la investigación en torno al documento Q será favorecido por un problema de investigación que durante siglos ha sido primordial para el Mensaje cristiano, la Iglesia cristiana y la Santa Sede, a saber, ‘el problema sinóptico’, es decir, la confiabilidad, particularidad y textualidad de los evangelios sinópticos, pues los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas narran una historia semejante de Jesús en un orden cercano, mientras que el Evangelio según Juan no los comparte; la respuesta de los investigadores en el siglo XIX fue: Mateo y Lucas compartieron dos de sus fuentes: Marcos y una colección ya desaparecida de dichos usualmente denominada Q o documento Q.

Así pues, “el punto de partida de los estudios sobre Q era el presupuesto de que este documento había sido elaborado por el apóstol Mateo en arameo una obra de la cual nada habría sobrevivido”[1]; esto garantizaba teológicamente la ‘apostolicidad del escrito’ y, a la vez, hacía difícil el acceso a Q, tal como se verá en adelante.

Los dichos de Jesús

Los dichos de Jesús son llamados según el término griego en plural lo¿gia [logia] del singular lo¿gion [logion] y lo¿goi [logoi] en relación con lo¿goj [logos], tal denominación de los logia se utilizó a principios del siglo II por el Padre de la Iglesia Apostólico, Papías de Hierápolis, quien fue contemporáneo de Policarpo, Justino y Marción, elogiado por Ireneo de Lyon y criticado por Eusebio de cesárea, al referirse al Evangelio según Mateo; este Padre de la Iglesia en su tratado titulado Explicación de los Dichos del Señor realiza la primera exégesis de los dichos de Jesús, para lo cual utiliza los evangelios según Mateo[2], Marcos[3] y Juan, de este tratado sólo se conservan fragmentos del Prefacio[4], citados por el historiador de la Iglesia antigua Eusebio de Cesárea, tal como Ireneo de Lyon los conoció.

Uno de los logia citado por Papías en referencia al Evangelio según Mateo para darle ‘apostolicidad’ a su escrito se presentó como referencia para hablar de la existencia del documento Q según los investigadores del siglo XIX, entre ellos el teólogo calvinista alemán Schleiermacher[5] para quien, además de la referencia de Papias a la composición de los dichos en dialecto hebreo, a saber, el arameo, por parte de Mateo existe otra fuente perdida, escrita por el apóstol; así lo proponía en 1832:

“Mateo escribió una colección de dichos de Jesús que contenía sentencias individuales o discursos más extensos, o ambas cosas a la vez”[6].

Si bien Schleiermacher no descubrió Q, puede decirse que creó el problema de investigación del origen apostólico de los logia, que después serán llamados en lengua alemana Quelle, es decir ‘fuente’.

Luego, en 1838, el filósofo de Leipzig Hermann Weisse[7] presentó el argumento sobre el que se fundamenta la existencia de Q, según el cual, tanto Mateo como Lucas utilizaron el evangelio de Marcos y una colección de dichos, fuente que fue designada con la letra Q, así afirmaba:

 “Si aceptamos en relación con la obra mencionada [el evangelio de Lucas] que se sitúa respecto a Marcos en una relación similar a la del evangelio de Mateo y que, como éste último [Mateo]. Sólo que con más libertad y buscando un cierto pragmatismo en la narración entreteje en la trama de la narración de Marcos los lo¿gia [dichos] de Mateo además de un impresionante número de otras informaciones adicionales, […]”[8].

Lo cual ha llevado a una convicción actual, según la cual Marcos y la colección de dichos (Spruchsammlung) de Mateo son fuente común para Marcos y Lucas, Wiesse llamó a esta fuente perdida ‘el auténtico Mateo’, pero dudaba si había sido usada por Mateo y Lucas en su lengua aramea original o en la traducción griega.

En 1863, Heinrich Julius Holtzmann presentó una comparación entre los dichos de Mateo y Lucas que llevó a la aceptación general de Q, según él:

“[…] Existe otra fuente griega compartida por Mateo y Lucas. En lo sucesivo, y en espera de que se demuestre cuál es su naturaleza precisa, designaremos dicha fuente con la sigla L (lo¿gia)”[9].

Además de las referencias a el Evangelio de Tomás por parte de Bernhard P. Genfell, Arthur S. Hunt, así como de J. Rendel Harris, estos investigadores a partir de la publicación del papiro Oxyrhynco 1 comenzaron a poner en duda el término ‘logia’, en especial los dos últimos, pues en este papiro los dichos comienzan con la fórmula lo¿goi vIhsou= y no lo¿gia vIhsou= como se venía afirmando desde Papías. Al punto que J. Armitage Robinson en 1902 rechaza el uso del término lo¿gia para Q.

Además, posteriormente Robinson mostró cómo en el siglo I[10] se utilizó lo¿goi para los dichos; así mismo, Adolf Harnack[11] en el siglo pasado (1907) propuso el título de lo¿goi tou= Kuri¿ou vIhsou; es decir, volvió a los orígenes del posible título para una hipotética colección de dichos evangélicos, como se menciona en el sermón inaugural de Q (Q 6, 47-49) y se mantiene en la conclusión del sermón del monte en Mateo (Mt 7.24-27) y en Lucas (Lc 6, 47-49) en la fórmula:

Todo el que viene a mí y oye mis palabras (tou£j lo¿go£j)

Y en la fórmula de Q 7.1:

Una vez concluidas todas sus palabras (tou£j lo¿gouj)

También en Pablo en la carta los Tesalonicenses se usa en la fórmula introductoria para un dicho de Jesús:

“Palabra del señor ” (1 Tes 4.15)

Así como en los Hechos de los apóstoles:

“[…] Y recordar las palabras del Señor Jesús […]” (Hch 20.35)

Expresión también usada en 1 Clem 13.1 con la misma fórmula, llamados por Tito Flavio Clemente y Clemente de Alejandría en el siglo II dichos (lo¿goi). Así mismo el importante escrito catequético de la época apostólica llamado la Didaje (didaxh¿), es decir, la Enseñanza, inicia con el núcleo fundamental de los dichos de Jesús: la combinación del amor a Dios y al prójimo (Mc 12.30-31) junto con la versión negativa de la regla de oro[12]. Por lo cual se hace claro, desde el siglo I el uso de lo¿goi para los dichos de Jesús, más no el de lo¿gia como se pensó desde el siglo XIX.

Ahora bien, la propuesta actual es designar Quelle en vez de lo¿goi o de utilizar la sigla L, la letra lambda en griego; anteriormente Q como abreviatura de Quelle se utilizó por primera vez en 1880 pero no fue usada como símbolo hasta la década de los 90 desde Johannes Weiss: “una dependencia respecto al Marcos primitivo (A) está excluida, pues aquí Lucas no refleja en absoluto a Marcos. En general, ambos siguen otra fuente común, a saber, Q”[13]; la misma que Paul Wernle en 1899[14] llama ‘la hipotética fuente Q’.

[1] ROBINSON, JAMES M., et al, El documento Q en Griego y en Español, con paralelos del Evangelio de Marcos y del Evangelio de Tomás, Introducción, p. 20.

[2] Sobre el Evangelio de Mateo escribe: “Mateo ordenó en lengua hebrea los dichos del Señor y cada uno las interpretó [tradujo] conforme a su capacidad” (en Eusebio, Historia Eclesiastica III, 39,16).

[3] Sobre el Evangelio de Marcos escribe: “el anciano decía también lo siguiente: Marcos, que fue el intérprete de Pedro, puso puntualmente por escrito, aunque no con orden, cuantas cosas recordó referentes a los dichos y hechos del Señor. Porque ni había oído al Señor ni le había seguido, sino que más tarde, como dije, siguió a Pedro, quien daba sus instrucciones según sus necesidades, pero no como quien compone una ordenación de las sentencias del Señor. De suerte que en nada faltó Marcos, poniendo por escrito algunas de aquellas cosas, tal como las recordaba. Porque en una sola cosa puso cuidado: en no omitir nada de lo que había oído y en no mentir absolutamente en ellas” (Eusebio, Historia Eclesiastica. III, 39,15)

[4] En el cual cuenta su intención: “No dudaré en ofrecerte, ordenadas juntamente con mis interpretaciones, cuantas noticias un día aprendí y grabé bien en mi memoria, seguro como estoy de su verdad. Porque no me complacía yo, como hacen la mayor parte, en los que mucho hablan, sino en los que dicen la verdad; ni en los que recuerdan mandamientos ajenos, sino en los que recuerdan los que fueron mandados por el Señor a nuestra fe y proceden de la verdad misma. Y si se daba el caso de venir alguno de los que habían seguido a los ancianos, yo trataba de discernir los discursos de los ancianos: qué había dicho Andrés, qué Pedro, qué Felipe, qué Tomás o Santiago, o qué Juan o Mateo o cualquier otro de los discípulos del Señor; igualmente, lo que dice Aristión y el anciano Juan, discípulos del Señor. Porque no pensaba yo que los libros pudieran serme de tanto provecho como lo que viene de la palabra viva y permanente (Eusebio, Historia Eclesiastica III, 39,3-4)”.

[5] Friedrich Daniel Ernst Schleiermacher fue hijo de clérigo calvinista y educado en las escuelas luteranas, kantiana y el romanticismo, de allí su afán ecuménico, sus posturas hermenéuticas y teológicas cercanas a la filosofía y el racionalismo.

[6] F. Schleiermacher, Jebe’ dic Zeugnisse des Pupius von uiisern heiden ersten Evangelien, TSK 5 (1832) 735-768, ROBINSON, JAMES M., et al, El documento Q en Griego y en Español, con paralelos del Evangelio de Marcos y del Evangelio de Tomás, Introducción, p. 22.

[7] Christian Hermann Weisse Siguió las ideas filosóficas de Georg Wilhelm Friedrich Hegel y Friedrich von Schelling, discípulo de David Friedrich Strauss, pertenece a la Antigua búsqueda del Jesús histórico iniciada por Hermann Samuel Reimarus.

[8] Ch. H. Weisse. Die evangelische Geschichte kritisch und philosophisch bearbeitet (2 vols.) 1, Breitkopfund Hdrtel. Leipzig 1838, 55-56, citado en ROBINSON, JAMES M., et al, El documento Q en Griego y en Español, con paralelos del Evangelio de Marcos y del Evangelio de Tomás, Introducción, p. 23.

[9] H. J. Holzmann, Die synoptischen Evangelien: Ihr Ursprung und geschchtlicher Charakter, Engelmann, Leipzig 1863, p. 128; citado en ROBINSON, JAMES M., et al, El documento Q en Griego y en Español, con paralelos del Evangelio de Marcos y del Evangelio de Tomás, Introducción, p. 24.

[10] Así como en AP 22.6 y Lc 24.44.

[11] En su Spruche und Reden Jesu: Die zweite Quelle des Mathäus und Lukas (Beiträge zur Einleitung in das Neue Testament, 2). Hinrichs’sche Buchhandlung. Leipzig 1907.

[12] Vide Q 6.31, cfr. Mt 7.12, Ev Tom. 6.3 Lc 6.31

[13] J. Weiss. Die Verteidigung Jesu gegen den Vprwurf des Bündnisses mit Beelzebul: TSK 63(1890) 557. citado en ROBINSON, JAMES M., et al, El documento Q en Griego y en Español, con paralelos del Evangelio de Marcos y del Evangelio de Tomás, Introducción, p. 23.

[14] Cfr. P. Wernle, Die synoptische Frage, Mohr-Sieheck. Leipzig-Freiburg, 1899.

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La muerte de las lenguas y la vida de sus palabras (enlaces)

Claude Hagège y la muerte de las lenguas, El lingüicidio, por Eduardo Berti, Buenos Aires, julio de 2001

“Los idiomas son un reflejo de la inmensidad de las costumbres y las formas de vida que constituyen el mundo, son como ventanas a través de las cuales las poblaciones humanas ponen el universo en palabras. La pérdida de una lengua significa, por lo tanto, la pérdida de una visión del mundo: un empobrecimiento y un empequeñecimiento de la inteligencia humana»,

Lenguas vivas… lenguas muertas, en  Observatorio Atrium Linguarum

«Hace algunos años tuve la gran suerte de asistir a una conferencia pronunciada en el Instituto Italiano para los Estudios Filosóficos de Nápoles por el nunca suficientemente llorado Luigi Firpo. Cuando nos disponemos a verificar las competencias de nuestros alumnos de instituto, decía más o menos Firpo, nos encontramos en la misma situación que un directivo de una empresa que, necesitando una secretaria que sepa inglés, publica un anuncio en el periódico. Al día siguiente se le presenta una señorita, que sostiene -avalando con documentos su declaración- haber estudiado el inglés durante cinco años, haber asistido a clases de inglés unas cinco horas a la semana, y haber estudiado esa lengua en casa una hora durante todos esos años. El industrial, contentísimo, está seguro de haber encontrado una experta, que domina realmente el londinense como su propia lengua materna. Así que, sólo por el gusto de escuchar la pronunciación británica, que imagina perfecta, le pide a la simpática señorita que hable un poco en inglés. Aquella, por toda respuesta, indignada, lo mira como a un bicho raro, y con cierto aire de irritación sostiene resueltamente que ella no ha oído jamás decir, en sus cinco años de estudio, que se pueda llegar al nivel de poder hablar un buen inglés, si uno no ha nacido en Inglaterra. “Perdóneme, señorita -replica el potencial patrono- ¿pero si estuviese aquí un inglés para hablar con nosotros, usted podría hacerme de intérprete y traducirme sus palabras?”

“¡Ni lo sueñe! ¿Pero no se da cuenta que sus exigencias son inverosímiles?” “¿Sabe escribir cartas en inglés?” “¡En absoluto! Sería una operación incorrecta, que daría lugar a una lengua artificial, tachada de extraña por los hablantes nativos.” “¿Pero sabrá por lo menos leerme un texto en inglés?” “¡No, no y no! La traducción es un trabajo exigente, difícil, que requiere ponderación, análisis de cada palabra, atención detallada y una revisión minuciosa…” “Bueno, en fin, señorita, ¿me quiere decir que es lo que sabe hacer usted?” “Lo que me han enseñado: si usted me da un texto de una decena -un docena como máximo- de líneas y no excesivamente difícil, me concede al menos un par de horas, me proporciona un buen diccionario en el que haya un considerable número de ejemplos, entre los cuales yo pueda encontrar al menos un par de frases para traducir directamente, y tiene la suficiente tolerancia para aceptar tres o cuatro errorcetes, estaré en disposición de traducirle el texto. ¡En nuestra escuela eso era lo que se entendía por ‘saber inglés’!”


Lingua latina non mortua est in Interneto (i), por Pedro Martínez Figueroa en Babab No. 7, Marzo 2001

 Claro está que no hablamos latín, pero muchas lenguas, en función de su vigencia, de él conservan muy similares quehaceres expresivos, retóricos, sintácticos y estilísticos. Yo me atrevería a aseverar que la consistencia intelectual de nuestra habla (el español) y la capacidad de pensar o no ciertas cosas están estrictamente relacionadas con el griego y el latín.

….

El latín o el griego, por bien que muertos, son lenguas cuyo legado bibliográfico ha dado pie a no sé cuántos proyectos culturales y civilizantes. Y todavía tienen para más. La vida de un hombre no sería suficiente para leer y entender a satisfacción los pocos libros que se nos conservan, y ya son muchas las generaciones que, convencidas de la importancia de los clásicos, los han estudiado y traducido.

«Aquí las lenguas muertas están muy vivas», Entrevista a la profesora de latín, Carmen Belmonte, en Diario de Jerez, Sábado, 17 de septiembre de 2011

Cuando se nombra al Latín y el Griego como ‘lenguas muertas’, Carmen Belmonte asegura que «nosotros aquí las estamos haciendo cada vez más vivas. Las clases las doy en Latín y llevo ya siete años con este método que me está dando bastantes buenos resultados pese a que es una elección metodológica que yo he hecho con un poco de riesgo».

 

Lenguas clásicas, ¿lenguas muertas?, Café literario, Septiembre 2007

 Hay lenguas muertas que gozan de muy buena salud. Este dicho tan contradictorio se puede aplicar a las lenguas de la Biblia (hebreo, arameo, griego) y a las de sus traducciones antiguas: latín y griego, latín y siríaco especialmente.

Conocer una lengua antigua implica no sólo conocer su gramática, sino la cultura, los sentimientos, los valores, la vida en suma, de aquellos que la hablaron. Es magnífico cuando en alguna gramática el autor comenta: “tal expresión se dijo seguramente apuntando con el dedo a su interlocutor o mirándole desafiadamente”. Ocurre al filólogo de las lenguas clásicas y semíticas lo que al historiador: éste no sólo sabe datos y hechos, sino que realmente conoce y vive entre aquella gente y aquellos acontecimientos; entonces la historia que nos narra no es historia muerta, sino que entra y enlaza con nuestra propia historia, la que estamos viviendo. Así le ocurre al biblista, que en su lectura da vida a la lengua muerta, la resucita verdaderamente.

Enlaces

 Atlas interactivo de la Unesco sobre los Lenguajes del mundo en Peligro (Ingles)

Mapa completo de la Unesco (PDF)

Mapas de las lenguas en el mundo de Ethnologue (versión Web)

L’aménagement linguistique dans le monde

Programas fundamentales para la investigación de los lenguajes

 

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Bibliografía patrística y patrología

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 Eclesiología

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